Joseph Stiglitz, economista ganador del premio Nobel, comparte su visión sobre el impacto de la inteligencia artificial en el mercado laboral y enfatiza la necesidad de políticas que aborden la creciente brecha social para adaptarse al cambio tecnológico

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La IA ya ha reemplazado trabajos físicos rutinarios y ahora amenaza con reducir la demanda de empleos blancos rutinarios. Imagen vía Dall-e (Bing)

La revolución de la IA ya está afectando el mercado laboral, reemplazando trabajos en escritura y generando incertidumbre sobre la demanda de empleo. El economista Joseph Stiglitz, ganador del premio Nobel, advierte que esta tendencia continuará, especialmente en trabajos rutinarios como la redacción y la edición.

En una entrevista realizada por Sophie Bushwick y publicada en Scientific American, el laureado economista señaló que, si bien las inteligencias artificiales son una poderosa herramienta para aumentar la productividad, aún no se puede confiar plenamente en ellas, pues la interacción humana seguirá siendo esencial para supervisar su calidad y evitar sesgos.

El principal reto identificado por Stiglitz es la regulación de estas tecnologías. Durante la entrevista señaló que si bien, algunos argumentan que la IA podría crear nuevos trabajos y compensar las pérdidas, hay razones para ser escépticos al respecto. Stiglitz prevé un cambio en la demanda de habilidades laborales, destacando que la gestión de la IA podría requerir habilidades en humanidades lingüísticas más que en matemáticas. A este respecto, el economista advirtió que si bien se crearán empleos en ciertas áreas, las pérdidas de puestos de trabajo superarán las ganancias.

Stiglitz destaca que la IA puede resultar en una demanda creciente de productos y servicios creados por humanos, ya que los trabajos generados por IA pueden carecer de creatividad y calidad. En este escenario, el trabajo humano se convertiría en un producto premium, valorado por su originalidad y creatividad.

Sin embargo, advierte que la disrupción laboral tendrá un impacto significativo en la desigualdad económica. La IA ya ha reemplazado trabajos físicos rutinarios y ahora amenaza con reducir la demanda de empleos blancos rutinarios. Esto podría aumentar la brecha entre los trabajadores, especialmente aquellos en sectores afectados por la automatización. Stiglitz subraya que el aumento de la desigualdad podría conducir a la desesperanza y problemas sociales en comunidades enteras.

Para abordar esta creciente desigualdad, Stiglitz señaló la importancia de contar con políticas laborales activas para capacitar o reentrenar a las personas en nuevas habilidades requeridas por la IA. También sugirió la posibilidad de reducir la jornada laboral a 30 horas semanales, lo que permitiría un mayor equilibrio entre trabajo y ocio.

El economista advierte que, en ausencia de políticas adecuadas, la IA podría empeorar la desigualdad y aumentar el poder de los empleadores sobre los trabajadores, lo que podría perjudicar aún más a los grupos marginados. Para mitigar estos efectos negativos, Stiglitz sostiene que el gobierno debe guiar la innovación hacia soluciones que impulsen la productividad y creen empleo, en lugar de destruirlo.

En última instancia, Stiglitz es optimista sobre el potencial de la IA para mejorar la productividad y el bienestar general, siempre y cuando se implementen políticas apropiadas para abordar los desafíos que conlleva. No obstante, advierte que el éxito de la transición a la era de la IA dependerá en gran medida de las decisiones políticas que se tomen en respuesta a sus efectos económicos y sociales. La equidad y la inclusión serán fundamentales para asegurar que la revolución de la IA beneficie a toda la sociedad.